Es una pregunta que nos hacemos cuando hemos sufrido la pérdida de un ser muy querido ya sea por causa de muerte o por un divorcio o separación. El dolor por la muerte de mi hijo me dejó devastada, quebrada emocionalmente, llena de incertidumbre hacia el futuro sin él, perdida y confundida, sin deseos de seguir adelante con mi vida, el dolor, ¡era insoportable! Yo le preguntaba a Dios; ¿Qué hago con este dolor? qué no me deja ver con claridad, ¿cómo será ahora la vida? Lo que nos queda de ella, ¿cómo se sentirán los días? ¿como el peso de este inexplicable dolor podrá aligerarse, aunque sea un poco? Eran algunos de los pensamientos que navegaban en la confusión de mi mente.
Llegué a pensar que mi vida había terminado, que jamás volvería a sonreír, que no volvería a disfrutar de las cosas que antes disfrutaba, como la comida, el sol, el mar, las reuniones familiares y con amigas, era terrible pensar que mi vida sería gris, sin sentido. Busqué ayuda en lo único que podía sanar mi corazón, llenar mi vacío y restaurar mi vida quebrada por el dolor, ¡Dios! que está cerca a los que tenemos roto el corazón, me consoló, me abrazó y contestó mis preguntas, que eran algunas, entre ellas ¿porqué él? ¿porqué a mí? ¿cómo puedo perdonar a los causantes del accidente? tu palabra dice que honremos a nuestros padres para que nos vaya bien y seamos de larga vida sobre la tierra, mi hijo nos honraba, era muy buen hijo, ¿qué pasó entonces? En mi libro titulado ¿QUÉ HAGO CON ESTE DOLOR? Encontrarás las respuesta de Dios a mis preguntas.
El atravesó conmigo el duelo y me sacó al otro lado completa y sana, lista para seguir adelante. Lo mismo puede hacer por tí si se lo pides y se lo permites.
El Salmo 34:18 dice:
“El Señor esta cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado”
Él me rescató y me sacó del pozo de la desesperación en la que se encontraba mi alma cautiva por el dolor. Con su amor me llevó de la mano por el proceso del duelo, secó mis lagrimas, le dio otro sentido a mi vida y pude seguir adelante con ella, agradecida por el tiempo que me permitió disfrutar a mi hijo amado, y agradecida por los hijos que aún tengo, por mi esposo, mi familia y amigos.
Hoy valoro la vida como nunca, valoro a mi familia y amigos, disfruto cada momento que tengo con ellos, vivo el presente al máximo, no me atormento por el pasado ni me preocupo por el futuro, digo lo que tengo que decir hoy, no dejo para mañana los “Te amo” no guardo mis sentimientos, no guardo los abrazos, valoro todo y a todos.
En Dios hay restauración y libertad del dolor, de la culpa, de la amargura y el resentimiento.
Isaías 60:20 “Tu sol nunca se pondrá; tu luna nunca descenderá, pues el Señor será tu luz perpetua.Tus días de duelo llegarán a su fin”
El recuerdo de mi hijo está siempre conmigo, lo extraño y pienso en él, pero sin dolor, con amor y agradecimiento por haberlo tenido conmigo 21 años. ¡Gracias Dios por todo y por tanto!
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